sábado, 8 de julio de 2017

El Santo Ecce Homo del Portal, de la Vera-Cruz de Osuna, estará presente en la exposición monográfica que sobre Fernando Ortiz está preparando el Obispado de Málaga

Con motivo del tricentenario del nacimiento del escultor malagueño Fernando Ortiz, el Obispado de Málaga, a través de Ars Málaga, está trabajando en la organización de una magna exposición monográfica sobre el artista, que se celebrará (D.m.) en el Palacio Episcopal de la ciudad malacitana entre el próximo 20 de octubre y el 14 de enero de 2018. Esta muestra ya tuvo su precedente en la exposición que se organizó en Osuna, a finales de 2016, con sedes en el Museo de Arte Sacro de la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción y el monasterio de la Encarnación y Nuestra Señora de Trápana. El comité de honor que se ha creado en está ocasión está constituido por personas de relevancia, entre los que se encuentra D. Patricio Rodríguez-Buzón Calle, y los obispos de siete de las ocho diócesis andaluzas implicadas, entre ellas la de Sevilla, que de manera especial se han volcado para que el proyecto pudiera llevarse a efecto. Su comisario científico será el malagueño de fuerte vinculación con Osuna don José Luis Romero Torres, Doctor-Historiador del Arte, Conservador del Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, y gran conocedor de la obra del artista, del que ha escrito la única monografía existente hasta la fecha, publicada por el Patronato de Arte y los amigos de los Museos de Osuna. Para la ocasión se reunirán una treintena de obras, procedentes de varias ciudades y pueblos de todas las provincias andaluzas, a excepción de Almería, y de fuera de la Comunidad, caso de San Francisco de Asís del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, que ya estuvo presente en la muestra organizada en la villa ducal.


Fernando Ortiz es un artista que por la calidad de su obra y su impecable trayectoria ha sido calificado como uno de los escultores más relevantes de la España del XVIII y el más notable en la Andalucía del momento. En los últimos tiempos la crítica especialista viene constatando el extraordinario talento de quien canalizó hacia el sur el influjo del Barroco clasicista y cortesano, de raigambre europea, que se gestó en torno a la figura de Giovanni Domenico Olivieri y a la Real Academia de San Fernando de Madrid. Un escultor que supo codificar en su obra una serie de recursos y emociones heredadas del Barroco un tanto adocenado, de raigambre vernácula, que imperaba en el contexto de su formación, con los nuevos aires procedentes de la corte madrileña, para componer un universo creativo netamente europeo. En su producción hace gala de una depurada técnica y un exquisito sentido de la belleza, en la que destacan la habilidad para conjugar la tradición castiza, fundamentada en la producción de Pedro de Mena, con las corrientes renovadoras de la plástica cortesana.
Obra capital en su producción, que atesora un profundo potencial narrativo y emocional, es precisamente el Señor del Portal, que participa de una serie de constantes propias de la depurada técnica y la estética preciosista, de impronta dieciochesca, que caracterizan al malagueño: el juego de diagonales; el tratamiento de los paños mediante ritmos quebradizos y la volumetría angulosa de los pliegues del drapeado; unas carnaciones cargadas de matices, que se enriquecen con un sutil y audaz entramado de veladuras y transparencias, de diferentes tonalidades y texturas, que ofrecen un efecto difuso de impecable calidad y le infunden un cariz muy emotivo; la contención, la mesurada, y su elegancia gestual, que se imbrican en el uso de recursos dramáticos, de probado matiz incisivo e hiriente, que le confieren una marcada punción en clave ascética y ejemplarizante; su belleza, lánguida, con un modelo físico un tanto idealizado, ensimismado y casi ausente; la sofisticación manierista del cuello alargado; la conjunción de técnicas de policromía y estofado o el concepto suntuario de la peana, que se decora jaspeada con apliques dorados de rocallas y ramilletes florales. Una serie de recursos técnicos y expresivos que reproducen características y rasgos apreciables en otras de sus esculturas, pero que ahora confluyen, en una creación que puede considerarse una de sus creaciones más acertadas, en la que se consuma la estética italianizante y el preciosismo rocoso.


Al tratarse de una de las sus obras más emblemáticas, que se antoja imprescindible para comprender la verdadera dimensión del artista, ha sido solicitada por el Obispado de Málaga para que forme parte de la exposición. La petición fue analizada y aprobada por unanimidad por la Junta de Gobierno de nuestra hermandad en el cabildo celebrado en la noche del pasado día 30 de julio. A la sesión asistieron los tres claveros que constituyen la Clavería del Señor del Portal, que se expresaron en el mismo sentido que la Junta de Gobierno.

En la exposición el Señor del Portal será uno de los principales focos de atención junto a las otras esculturas que del artista se conservan en Osuna: la Virgen de la Merced Madre Comendadora, del monasterio de la Encarnación y Nuestra Señora de Trápana; y el San José con el Niño en brazos y el San Juan Bautista niño sobre una roca en el desierto, ambas de pequeño formato, del monasterio de Nuestra Señora de la Concepción. La existencia de todo este elenco convierte a nuestro pueblo en uno de los lugares con mayor número de esculturas del artista que conserven su policromía original y no hayan sufrido alteraciones. Por ello, que una muestra importante de su producción se encuentre en la villa ducal, la convierten en uno de los principales focos de atención para el estudio del escultor malagueño, con una relevante proyección en la exposición que está preparando para el próximo otoño.

PJMS




viernes, 7 de abril de 2017

El nuevo relicario de la Vera-Cruz con las reliquias del Lignum Crucis y San Francisco de Asís



Fue San Francisco de Asís, origen de la mística cisterciense gestada en la Baja Edad Media, el verdadero punto de apoyo del culto histórico a la cruz. Y fueron los frailes minoritas los que, siguiendo al seráfico padre fundador, difundieron su culto en todos sus conventos. Fue a partir del siglo XIV cuando la devoción se institucionalizó de manera colectiva, a través de la fundación de las cofradías de la Santa Vera-Cruz, que definitivamente se expandieron por toda España durante la segunda mitad de la siguiente centuria, en la mayoría de los casos de la mano de los franciscanos. La devoción a la Sangre de Cristo, muy extendida a partir de entonces también, iría transformando paulatinamente el sentido del culto a la cruz, desde una interpretación gloriosa del leño incorruptible donde se consumó la Redención y el triunfo sobre la muerte, hasta convertirse en un símbolo del martirio en el que murió Cristo. De manera que de la devoción a la cruz gloriosa se pasó a la cruz dolorosa.
La importancia que para estas corporaciones cruceras nacidas en el seno de la familia franciscana tuvo la cruz arbórea del Árbol de la Vera (Verdadera) Cruz les impelió a fomentar el culto a las reliquias del santo madero el que fue martirizado Jesús. Las referencias documentadas más antiguas sobre su hallazgo se encuentran en la Historia eclesiástica de Gelasio de Cesarea y en la Historia de la Iglesia de Rufino, escrita algún tiempo después hacia el año 400. Posteriormente fue recogida en la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine. Según la tradición, entre los años 325 y 327, Santa Elena, la madre del emperador Constantino, hizo derribar el templo de Venus que se encontraba en el Gólgota de Jerusalén y ordenó excavar en aquel lugar hasta que hallaron los restos de la cruz donde murió Jesucristo. Se afirma que el descubrimiento sucedió un 3 de mayo y por ello la Iglesia Católica celebra y conmemora en ese día la Invención de la Cruz. Las consecuencias milagrosas del hallazgo y el valor capital de una de las reliquias más veneradas y de mayor trascendencia del Cristianismo, propició que las peticiones de astillas del sagrado leño fueran legión. Desde fechas muy tempranas fragmentos diminutos de aquel preciado tesoro se fueron distribuyendo por todo el orbe católico. La posesión de un signo tan relevante hizo que los santuarios que las albergaban se convirtieran en prestigiosos centros de peregrinación. Cada institución depositaria se aprestó a encargar preciosos relicarios, labrados en suntuosos materiales, para ofrecer a todos la contemplación reverente de la reliquia. Los diseños y variadas ornamentaciones respondían al gusto dominante en cada época. Oro, plata, corales y otros nobles elementos rendían el universo de materias preciosas ante aquellas menudas esquirlas pertenecientes al santo madero. En ello latía siempre un sentimiento de reverencia y adoración que justificaba la riqueza de su envoltura.
Como la mayoría de las cofradías de la Vera-Cruz, la de Osuna contó con un relicario que contenía una reliquia del Lignum Crucis, al menos desde los años de su reorganización a finales del siglo XIX y principios del XX. La complicada situación por la que atravesó la Hermandad tras abandonar su capilla y sede histórica en el convento de San Francisco, cuando el templo se desplomó en 1944, impelió al párroco de entonces en una fecha indeterminada a retirarla. Desde entonces se le perdió el rastro hasta que, por fortuna, se ha podido localizar hace un tiempo entre las pertenencias de la parroquia.




La inspiración en modelos italianos del Barroco 

El deseo de recuperar unos cultos y devociones cuya profunda significación se encuentran en las propias raíces de la corporación ha permanecido desde entonces latente en la corporación crucera. Pero ha sido recientemente cuando nuestra Hermandad ha tenido la fortuna de recibir la donación de dos reliquias, una del Lignum Crucis y otra de San Francisco de Asís, lo que nos ha movido a encargar un nuevo relicario donde alojarlas. Para su diseño hemos tomado como fuente de inspiración un modelo que se prodigo desde finales del siglo XVI y de manera especial durante los siglos del Barroco, en el que se identifican motivos decorativos y planteamientos iconográficos inseparables de la estética italiana de la Edad Moderna. En ellos destaca la interpretación clasicista de sus composiciones y diseños, dentro de una serie de variantes tipológicas comunes, que en su mayoría destacan como manifestaciones artísticas técnicamente sobresalientes. El magisterio de sus autores se detecta en el detenido empleo de una serie de recursos que dan lugar a un lenguaje formal propio. La complejidad decorativa, basada en el juego de distintos elementos expresivos, resulta distintivo en el diseño de sus peanas, en las que predominan las líneas rectas, que conviven con prominentes elementos curvos como las características volutas que se disponen en los laterales. Al núcleo central, realizado en maderas nobles, se le daba una investidura suntuosa con elementos decorativos en oro, bronce sobredorado, jaspes, marfil o elementos pictóricos.
Este tipo de manufacturas tuvo especial impacto en una clientela noble y acaudalada que, como símbolo de distinción y prestigio, las demandaba para un culto privado o para donaciones. En España contamos con varios ejemplares importados desde Italia, que ponen de manifiesto las relaciones comerciales y culturales que se establecieron durante la Edad Moderna a través de una serie de objetos suntuarios que fueron comunes en entornos ricos y cortesanos. Uno de ellos es el crucifijo-relicario que el racionero don Marcelo de la Peña regaló a la catedral de Jaén en 1637. Está realizado en madera de ébano y bronce sobredorado. Destaca por los diminutos óleos sobre cobre y grabados que se disponen en la peana del relicario. El Crucificado, realizado en bronce sobredorado, se vincula con el estilo de Guglielmo della Porta. Se trata de un modelo de gran difusión en la Italia de finales del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. De ello son testimonio, entre otros, los crucificados que el virrey de Nápoles (1610-1616), don Pedro Fernández de Castro, VII conde de Lemos, entregó al monasterio de clarisas que había fundado en Monforte de Lemos (Lugo). Otro ejemplar, de excelente factura también, se conserva en el museo de la catedral de Murcia, proveniente de la capilla funeraria que los Fajardo erigieron en la iglesia mayor. Al parecer, en su origen la figura de Cristo estaba aconpañada por las esculturas en bronce sobredorado de la Virgen, María Magdalena y San Juan. La obra formaba parte de la colección que se trajo de Italia don Fernando Joaquín Fajardo, VI marqués de los Vélez y Virrey de Nápoles, cuando el 27 de enero de 1683 abandonó el palacio real de la capital partenopea. Mientras ostentó el cargo de virrey de la monarquía hispánica logró formar una importante colección artística, gran parte de la cual ya se encontraba desde hacía algún tiempo en España. Esta obra muestra un enorme aprecido en estilo y forma con uno de los referidos crucifijos de origen italiano que se custodia en el museo de las madres clarisas de Monforte de Lemos. En este breve elenco cabe destacar también el Cristo expirante de la catedral de Granada, obra de anónimo italiano de finales del siglo XVII, realizada en marfil y maderas nobles.
En el monasterio de la Encarnación y Nuestra Señora de Trápana de Osuna tenemos localizado otro Crucifijo-relicario de procedencia italiana. Fue donado en 1699 por sor Catalina de la Concepción, hija de los duques de Osuna, que profesaba en el monasterio de la descalzas. Contiene las reliquias del santo madero y de San Lorenzo. Está realizado en madera, bronce en los remates de la cruz, embutidos de jaspe y una pintura en la peana de San Juan Bautista que fue realizada en Roma.




Descripción del nuevo relicario 

El nuevo relicario ha sido tallado por el artista ursaonense José Carlos Ligero, dorado y pintado por el jerezano Fabián Pérez Pacheco y policromado en sus representaciones figurativas por la también ursaonense Sara Moreno de Soto.
Está concebido para que sea contemplado por todos sus frentes. En su peana sigue de cerca el ejemplar del monasterio de la Encarnación, con planta cruciforme que compone el talud del simbólico monte. Los paneles principales del friso que la recorre contiene la siguiente inscripción en dorado: “ECCE LIGNVM CRUCIS IN QVO SALVS MVNDI PEPENDIT” (“Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la Salvación del mundo”). Sobre esta primera estructura rectangular descansa un edículo, con cerramiento convexo decorado de ovas, que aparece escoltado por unas pilastrillas y los característicos roleos laterales, en este caso decorados con guirnaldas. En el centro del pequeño tabernáculo se dispone la teca, en plata, de tendencia ovalada y con decoración exterior de filigrana. La caja contiene en su interior pequeñas piezas metálicas que enmarcan las reliquias del Lignum Crucis, dos pequeñas astillas dispuestas en cruz. Por la parte posterior la teca está certificada mediante un sello episcopal marcado sobre lacre rojo, que encapsula la reliquia mediante hilos que impiden su apertura sin profanarla.
Sobre la peana se yergue una cruz cepillada con cantoneras compuestas por elementos elementos vegetales dorados. En el adverso de la cruz la composición se centra en la figura pintada de Cristo Crucificado, que tiene su inspiración en una obra pictórica de Alonso Cano conservada en el Museo Estatal del Ermitage de San Petersburgo, que ya fue utilizada en la cruz alzada de difuntos y en la bandera de la Hermandad. A los pies de la cruz aparece representado el busto de la Dolorosa. La presencia de la Virgen en la composición incide en su condición de máxima intercesora. En este caso se ha tomado el modelo de The Blue Madonna, obra del siglo XVII del italiano de Carlo Dolci.
El discurso del reverso del relicario gira en torno a la condición seráfica de la cofradía crucera. La reliquia de San Francisco de Asís se dispone en el frente central de la peana. Se expone en teca de plata con forma oval. En su interior está forraba por una tela roja donde se encuentra adherida la propia reliquia y una pequeña filacteria donde se puede leer “S. Fran. Asis”. Aparece protegida con cristal y sellada con idéntico sistema de autenticidad, atada con hilo de seda de color rojo y sello impreso sobre cera teñida con tinta de minio con el escudo franciscano con la cruz y el abrazo. Suspendido de los clavos del patibulum, a modo de trampantojo aparece pintado el cordón franciscano de los cinco nudos, elemento de carácter salvífico que en la crucera se ciñe al escudo de las cinco llagas para caer por el stipes.
La Cofradía celebrará una eucaristía para la puesta al culto de las sagradas reliquias y realizará con ellas su estación penitencial el Martes Santo, con lo que la Semana Santa de Osuna incorpora un nuevo símbolo, de indudable valor cultural y espiritual.




Pedro Jaime Moreno de Soto

lunes, 3 de abril de 2017

FINAL DEL XXXI CONCURSO CARMEN TORRES

                Celebrada la Gran Final del XXXI Concurso de Saetas  "CARMEN TORRES"



Como cada año D. Jose A. Barrera, Hermano Mayor  de esta Hermandad, comenzaba el acto otorgándole la palabra al presentador de este prestigioso concurso, D.Antonio Reyes Peña.






Acto seguido a las primeras palabras del presentador, la Agrupación Musical María Santísima de la Encarnación, con sus primeros sones daban por iniciado el ya consolidado "CARMEN TORRES", ante una cantidad considerada de publico, que se dieron  cita en la Iglesia San Agustín.




Nuestro jurado ha otorgado los siguientes premios:





-1° Premio. ROCIO LUNA.
-2º Premio. LEONOR MORENO.
-3° Premio. QUIQUI DE CASTIBLANCO.
-4º Premio. JOSÉ GÓMEZ TORRES.
-5º Premio. TAMARA AGUILERA.
-Premio "Manuel Yerbes" a la mejor saeta por carcelera. MIGUEL ÁNGEL LARA "EL CANARIO"
-Premio "Paco Moya" a la mejor saeta por siguiriya. Mª ÁNGELES CRUZADO.
-Premio "Manuel Cuevas Segura" al concursante joven. LAURA RODRIGUEZ CARO.








Agradecer la colaboración inestimable del Ayuntamiento de Osuna,   sin el no sería posible realizar este concurso.
Nos acompañó en esta noche D. Manuel Rodríguez-Seco Herrea, Delegado del Área de Cultura del Ayuntamiento de Osuna,  
Dña. Brígida Pachon Martín, Delegada de Bienestar Social del Ayuntamiento de Osuna y Parlamentaria.
D. José Luis Rodríguez Santana, Concejal del Ayuntamiento de Osuna y D. Francisco Javier Márquez Salcedo, Presidente y coordinador  de la organización del Concurso Nacional de Saeta de Málaga.
Agradecer la colaboración de los miembros del jurado, a D. Manuel Aranda, a la Agrupación Musical María Santísima de la Encarnación y a nuestro hermano y presidente de la peña flamenca La Siguiriya, D. José Hinojosa,

Fotos: A. Cuevas